El primer vino de Chipiona se embarcaba en el vicus portuario romano de Caepionis monumentum desde el primer siglo de nuestra Era cristiana, por lo que la economía chipionera del vino goza de una edad bimilenaria. La costa es el medio del comercio internacional marítimo de toda esta historia del vino, pues ofrecía a estos medios litorales la oportunidad de participar en este motor de la economía política de todos los tiempos, que es el comercio. Nuestro primer vino es de época romana y las viñas de entonces están plantadas en las proximidades de la costa y de los puertos de mar, en la llanura litoral de la Ceretania, la actual campiña o comarca jerezana (el ager ceretanus), caracterizada por los suelos de arcillas y arenas de los que nos habla Columela en el siglo I al referir las viñas gaditanas de su propiedad en su tratado de agricultura. Medio donde además se concentran las alfarerías villáticas que fabricaban los envases anfóricos, todo ello una agroindustria costera orientada a una facilitada salida por el mar del vinum ceretanum.

Es consecuente que todo el desarrollo del comercio internacional esté supeditado a la estabilidad política internacional y en consonancia a la tranquilidad de los mares, necesaria para que preciadas mercancías realicen estas grandes travesías. Este ritmo civilizatorio congénito del comercio, ha determinado en correspondencia la demanda vinícola y en definitiva la economía y el crecimiento del pueblo hasta el siglo pasado. Los tres muelles de vino de Chipìona jalonan con precisión meridiana esta historia comercial civilizatoria que trae consigo el vino. En este sentido, después de la pax romana, no será hasta el renacimiento socioeconómico europeo del siglo XII, cuando vuelvan las condiciones necesarias para que despunte de nuevo el comercio marítimo, ahora bajo la economía mercantilista del Antiguo Régimen, y el vino de nuestra tierra es en concreto una mercancía pionera de ello. Es cuando por primera vez los barcos ingleses llegan a nuestra costa andalusí para procurarse el vino de Šarῑš (Jerez) al que llamaban sherry, nombre inglés que ha llegado a denominar el vino de la comarca en general. Se trata corrientemente de cargazones de mosto o vino del año, aunque también existen artesanías vinícolas más elaboradas, como es nuestro caso del Moscatel de Chipiona, de origen andalusí y mozárabe. El primer muelle medieval del vino sito en la cala de la Cruz del Mar, fondeadero andalusí heredado por el pueblo castellano, permite ser referido a este renacimiento comercial marítimo del siglo XII.

El segundo muelle del vino es ya de comienzos de la modernidad, cuando se manifiesta pertrechada la economía señorial castellana en la región, al siglo de la conquista del Reino de Sevilla. Es el muelle de Rodrigo Ponce de León, señor de Chipiona, muelle de la colonia vitivinícola con la que se refunda la Chipiona renacentista, tras la concesión de la Carta Puebla de 1477, que convierte al pueblo en un foco de repoblación de colonos viñistas familiares como fuerzas productivas para la fábrica señorial preindustrial del vino que representó Chipiona. Vino que llegó a las primeras américas, su pujanza económica llevó a un Privilegio de los Reyes Católicos para que bajo la denominación de origen “vino de Chipiona”, pudiera ser cargado en el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Ello permitió un crecimiento secular sostenido de la producción vinícola, que se cargaba en barcos de varias procedencias extranjeras del norte de Europa. Decurso histórico que culminó, al son civilizatorio, con la intensificación económica que supuso la apreciable revolución industrial vitivinícola de la comarca de Jerez en la segunda mitad del siglo XIX. El anillo periurbano de Chipiona se convierte entonces en un polígono industrial bodeguero, que puede ser considerado el flourit histórico de la economía vitivinícola de Chipiona, a la par que en sintonía, se construye el Puerto de Exportación de1853 en el reinado de Isabel II.

Fundada esta industrialización vitivinícola en el campesinado tradicional, la institucionalización del Marco de Jerez, emblema del triunfo de la nueva economía liberal y del gran capital financiero invertido en las grandes bodegas, se saldará a expensas de esta ya apartada y obsoleta mayetería viñista comarcal. A comienzos de la centuria pasada, el gran viñedo de Chipiona que llegaba casi a la misma arena de la playa, comenzó a retroceder para quedar marginal y hoy día testimonial. El Puerto de Exportación quedó sin uso y llegaría a ser parcialmente desmontado, como también el polígono bodeguero decimonónico será amortizado por el nuevo urbanismo turístico por venir. Con este derrumbamiento de la tradicional economía y sociedad del vino a comienzos del siglo XX, la crisis social comarcal del pequeño y mediano campesinado viñista estaba servida. En esta situación crítica, la intrahistoria conservadora y católica de la mayetería tenía su resorte socioeconómico en el liderazgo religioso, y un párroco provisto ahora de los emergentes instrumentos sociales del sindicalismo católico, construyó un Arca de Noé para la humilde mayetería vinícola chipionera en peligro de extinción, la Bodega de la Cooperativa Católico Agrícola. Hoy día cargada de premios internacionales, es un emblema histórico del pueblo que rendirá este año de 2022 el centenario de su fundación, exponente entonces de una historia con la cepa y la solera de este genuino lugar de vino.

A. R. M.
Chipiona Lugar de Memoria