EL INGENIO ANDALUSÍ DE LAS REDES DE PIEDRA
LOS CORRALES DE PESCA
Estas gigantescas criaturas que cobran vida anfibia al ritmo pulsátil del astral aguaje que tiene la impresionante marea atlántica, es un espectáculo insólito de simbiosis entre el hombre, el mar y el cielo que tan exclusivo, no puede dejar indiferentes ni a propios ni a extraños. Los corrales son artes mayores de las trampas de pesca, que en las amplias playas rocosas aprovechan su firme asiento pétreo y el rico caladero del banco de peces de pleamar que albergan, para que queden cercados en su recinto durante la marea vaciante, permitiendo su fácil despesca en la bajamar. Son así estas trampas verdaderas redes de piedra, cuyo trasiego de calado y halado lo realiza el propio mar, que cala la red de piedra con la marea creciente y la hala con la vaciante, para que los corrales rindan los peces tal como lo hace una red en seco, en la orilla de la playa. Una arquitectura ingeniera de la pesca con una insuperable ciencia del mar, que desde la remota prehistoria reside en todas las costas oceánicas del planeta, no rinde su pesca tensionando el ciclo natural del mar y sus peces, por lo que es un arte de pesca artesanal y sostenible con el medio natural. Hoy en día, sin embargo, con la pesca industrial de bajura, nuestra mayor civilización ha robado sus peces y borrado su memoria de identidad, y los corrales han quedado sin rendimiento, pero no sin pensamiento, pues son duros de callar estos textos de piedra de la historia.
Emulando el corral el comportamiento y el calado de las redes, los corrales de pesca son redes de piedra que copian las formas de las redes textiles que les sirvieron de modelo. Las dos familias de corrales de Chipiona y de todo Cádiz, derivan de las llamadas redes de jábega de la pesca de playa y de las redes de cerco de la pesca de bajura respectivamente. Son por un lado los corrales de jábega, los robustos “corrales viejos” que son de época andalusí desde el siglo VIII. Por otro lado los corrales de cerco, los gráciles “corrales nuevos” que son desde el siglo XIV copias de esta arte de la trampa chipionera andalusí del corral. Pero copias a partir de sus propios modelos culturales castellanos, que son las redes de cerco de la pesca de bajura practicada desde los puertos cántabros, de donde procede el saber del mar de los nuevos señores leoneses de la Chipiona castellana. Sin embargo, los corrales robustos andalusíes optimizan la pesca del banco de peces de pleamar, al ser “halados” y emerger o «descoronillar» por la marea vaciante mucho antes que sus disminuidas copias castellanas, cuando el cardumen aún no ha iniciado la migración mar adentro y queda todo él cercado en el corral.
Como ingenios mareales, nada tienen que ver nuestros corrales con las culturas mediterráneas, donde no existen mareas. Son creaciones exclusivas de las culturas oceánicas. Pero tampoco los corrales gaditanos responden a la cultura de la red de los corrales del atlántico norte de Europa, como son por ejemplo las más cercanas “esclusas de pesca” francesas. Nuestros corrales de jábega tienen un parentesco directo con la cepa cultural bereber de los corrales marroquíes, cultura de la pesca que se extiende por todo el atlántico africano y que fue introducida en la península durante la colonización amazhige emprendida por la administración árabe en el siglo VIII. A la izquierda de nuestra imagen el Corral Trapo, con su definida morfología trapezoidal que es copia arquitectónica y monumento a la red de jábega, representa el corral fundacional de Chipiona y de todas las pesquerías gaditanas.
Esta decena de gigantes de Chipiona que se enseñorean por su playa, hacen menguar al colosal faro de España. Portan títulos históricos tan exclusivos como insólitos son estos monumentos a la red de pesca, como es la autenticidad de una genuina arquitectura bereber en España, como es también el magisterio histórico de la ingeniería civil del mar que dispensan, después de más de un milenio fijados en el mismo batir de las olas oceánicas, como que son también portadores fuera de toda duda del saber estar ecológico en la naturaleza, un poderoso mensaje del tiempo para el nuestro.
La Pesquería de Chipiona es sin embargo tan sólo uno de los protagonistas del escenario de mayor riqueza donde nos encontramos en la Punta de Chipiona, un conglomerado de patrimonio cultural tanto de orden natural (el arrecife, su medio ecológico y su patrimonio geológico de las playas fósiles cuaternarias, como también su registro erosivo de tsunamis) como de orden histórico. Y en este sentido desde su demarcación costera entre el Faro isabelino, el Castillo de Guzmán El Bueno que regenta el muelle medieval, el Puerto de Exportación de la revolución industrial y mar adentro la atlántida que se llama la Piedra de Salmedina, aglutina una extensa nómina de bienes de interés cultural (yacimientos arqueológicos prehistóricos e históricos, canteras romanas y modernas, puertos del vino, etc.).
A. R. M.
Chipiona Lugar de Memoria